Tratando con un nivel de análisis casi científico, nuestra una sensibilidad emotiva como esencia del arte contemporáneo, Hirst no se queda en una búsqueda banal de la tradicional belleza, tal vez pretenda extraer lo más zen oculto en el individuo poniendo en la balanza nuestros conflictos y limitaciones, desmontando la sociedad actual a través del arte. Puede que busque definir el alma mediante las sensaciones que vivir provoca, exponiendo lo orgánico encerrado en un formato estandarizado. En su trabajo, la suma de lo cruel y lo comunicativo está casi a la altura del gore, convirtiendo el espacio expositivo en un reality show. Jugando con la falta de fe del hombre actual, utiliza las sensaciones como dogma. Bajo el eslogan "la muerte de dios" se atreve a poner la vida en un escaparate, dejando entrever la crueldad escondida en la industrialización, que no nos deja ver el mundo como verdaderamente es. Claro está que en la naturaleza del hombre está la necesidad de destruir para entender y crear, pero puede que nos dejemos engañar por la ilusión y la magia, convirtiendonos en el tonto que mira el dedo.
La Disección del Alma
Damian Hirst es un genio de nuestro tiempo que ha sabido racionalizar nuestra naturaleza salvaje y encápsula para mostrarla ante nosotros mismos. Cuando te paras delante de sus piezas percibes que el eje central de su obra se apoya en la ironía.
Tratando con un nivel de análisis casi científico, nuestra una sensibilidad emotiva como esencia del arte contemporáneo, Hirst no se queda en una búsqueda banal de la tradicional belleza, tal vez pretenda extraer lo más zen oculto en el individuo poniendo en la balanza nuestros conflictos y limitaciones, desmontando la sociedad actual a través del arte. Puede que busque definir el alma mediante las sensaciones que vivir provoca, exponiendo lo orgánico encerrado en un formato estandarizado. En su trabajo, la suma de lo cruel y lo comunicativo está casi a la altura del gore, convirtiendo el espacio expositivo en un reality show. Jugando con la falta de fe del hombre actual, utiliza las sensaciones como dogma. Bajo el eslogan "la muerte de dios" se atreve a poner la vida en un escaparate, dejando entrever la crueldad escondida en la industrialización, que no nos deja ver el mundo como verdaderamente es. Claro está que en la naturaleza del hombre está la necesidad de destruir para entender y crear, pero puede que nos dejemos engañar por la ilusión y la magia, convirtiendonos en el tonto que mira el dedo.
Tratando con un nivel de análisis casi científico, nuestra una sensibilidad emotiva como esencia del arte contemporáneo, Hirst no se queda en una búsqueda banal de la tradicional belleza, tal vez pretenda extraer lo más zen oculto en el individuo poniendo en la balanza nuestros conflictos y limitaciones, desmontando la sociedad actual a través del arte. Puede que busque definir el alma mediante las sensaciones que vivir provoca, exponiendo lo orgánico encerrado en un formato estandarizado. En su trabajo, la suma de lo cruel y lo comunicativo está casi a la altura del gore, convirtiendo el espacio expositivo en un reality show. Jugando con la falta de fe del hombre actual, utiliza las sensaciones como dogma. Bajo el eslogan "la muerte de dios" se atreve a poner la vida en un escaparate, dejando entrever la crueldad escondida en la industrialización, que no nos deja ver el mundo como verdaderamente es. Claro está que en la naturaleza del hombre está la necesidad de destruir para entender y crear, pero puede que nos dejemos engañar por la ilusión y la magia, convirtiendonos en el tonto que mira el dedo.
Mr. NØSIGNAL
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